El nuevo número de la revista Turia del Instituto de Estudios Turolenses (IET) de la Diputación de Teruel (DPT) tiene como protagonista a un escritor muy especial, Arturo Barea. Se cumple así una de las líneas de trabajo que la publicación cultural, que cumple este 2023 su 40 aniversario, ha mantenido a lo largo de su trayectoria: el redescubrimiento de autores que, injustamente y por diversos motivos, no han sido objeto de la atención y el fomento de la lectura que su obra merece. Por tanto, en este número 147, la revista incluye un gran monográfico dedicado a este autor republicano, considerado por la publicación como uno de los escritores de referencia de las letras españolas del siglo XX. El historiador y coordinador del monográfico César Rina Simón presentaráel nuevo número el 21 de junio, a las 20:00 horas, en Badajoz, ciudad natal del homenajeado.
Dado que Barea es tan canónico e imprescindible como lo puedan ser otros escritores reconocidos de su generación como Max Aub, Mercé Rodoreda, Rosa Chacel o Ramón J. Sender, Turia le ha reservado casi 200 páginas de textos inéditos. En este espectacular monográfico participan catorce prestigiosos colaboradores españoles y británicos, que han mostrado su compromiso en la tarea de divulgar y ofrecer las claves que marcan la trayectoria vital e intelectual del escritor republicano, nacido en en 1897 y que murió exiliado en Reino Unido en 1957.
Estos colaboradores son: César Rina Simón (coordinador), Paul Preston, Antonio Muñoz Molina, William Chislett, Nigel Townson, Michael Eaude, Juan Marqués, Georg Pichler, Eva Nieto McAvoy, Fernando Larraz, Enrique Santos Unamuno, Guadalupe Nieto Caballero, José María Rondón y Francisco Javier Caspistegui.
Además, dada la difusión nacional e internacional de la revista Turia, este monográfico fomentará que se hable y se lea a Arturo Barea en todo el ámbito hispánico. Y es más, este extenso homenaje se suma, 66 años después de su muerte, a la reciente posibilidad de disfrutar de la obra completa de un autor que merece ser revalorizado y leído.
La obra de Arturo Barea
Sin duda, en las obras de Barea el binomio vida/política se diluye por cuanto su autor se lanzó a escribir para tratar de explicar lo vivido en la guerra civil y el destino de España. Sobre él, George Orwell llegó a decir: “Barea es una de las más valiosas adquisiciones literarias que ha logrado Inglaterra por la persecución fascista”.
Barea fue un socialdemócrata escéptico del que destaca su decencia intelectual y su talento literario. Para él, la literatura importa solo como medio de exponer y, sobre todo, de explicar ideas, siendo una forma de entender acontecimientos o actuaciones personales. Sin embargo, es ahora cuando comienza a apreciarse su trilogía ‘La forja de un rebelde’, novela que constituye un prodigioso retrato de las primeras cuatro décadas del siglo XX.
Uno de los aspectos menos conocidos de la obra de Arturo Barea es su programa radiofónico para la Sección de América Latina de la BBC. Desde 1940 hasta su muerte, Barea escribía y presentaba una charla de alrededor de quince minutos cada semana bajo el pseudónimo de ‘Juan de Castilla’.
Esta continuación de su labor durante la Guerra Civil como ‘Una Voz Incógnita de Madrid’ es de interés porque amplía de forma notable nuestro conocimiento sobre el trabajo periodístico de Barea. Además, las emisiones de la BBC revelan mucha información sobre su vida después del periodo cubierto en ‘La forja de un rebelde’, en otras palabras, sobre su vida como exiliado en Inglaterra.
Ahora, la revista Turia da a conocer tres de esas charlas como adelanto a lo que será la futura publicación, por parte de la editorial Renacimiento, de tres tomos de sus programas para la BBC. Un valioso material hasta ahora inédito y que, editado por los especialistas Eva Nieto McAvoy y Nigel Townson, ofrecerá a los lectores la oportunidad de profundizar aún más en la vida y obra de Arturo Barea.
Turia es una revista que tiene una edición en papel de periodicidad cuatrimestral y otra digital (web y Facebook) de difusión diaria. Está editada por el IET y cuenta con el apoyo de la Caja Rural de Teruel, del Ayuntamiento de Teruel y del Gobierno de Aragón. Este nuevo número dedicado a Arturo Barea ha sido posible gracias al mecenazgo de la Junta de Extremadura y del Ministerio de Cultura.
Barea o el reto de hablar de lo vivido
Tal y como bien subraya César Rina Simón en el artículo que abre el monográfico sobre Arturo Barea: “Pocas veces la obra de un autor ha aportado tantos cauces de comprensión de la historia de un país y de su pueblo. ‘La forja de un rebelde’ es probablemente la mejor narración que se haya escrito sobre las primeras décadas del siglo XX español, el más preciso y enérgico esfuerzo literario por entender, desde su óptica particular, las causas que explican la guerra civil y las experiencias colectivas de un pueblo que convive secularmente con la derrota. Corren días en los que la omnipresencia de las narrativas del yo en el campo literario se limitan a circunvalar ombligos y casuísticas personales sin trascender la epidermis de los procesos, como si la experiencia histórica se limitara a las condiciones de los individuos que las escriben. En cambio, la escritura autobiográfica que emprende Barea, significativamente la que produce desde su exilio en febrero de 1938, trata en todo momento de abarcar el conjunto de experiencias de las clases populares y revelar las tensiones de largo recorrido temporal entre el poder y la miseria, deteniéndose a explicar las fuerzas “ocultas” que habían provocado la guerra de España en relación con sus propias vivencias”.
Por su parte, el historiador británico Paul Preston, en su artículo ‘Arturo Barea: del servicio de prensa de la República a la BBC’, asegura que“pese a la presencia en España de algunos de los mejores periodistas del mundo, muchos de los cuales escribieron posteriormente sus memorias, el registro más gráfico de la experiencia de los corresponsales durante el asedio de Madrid llegaría de la pluma de un español, el socialista Arturo Barea”. No podía ser de otra forma si tenemos en cuenta que, según destaca Preston, “Barea era un hombre modesto y discreto, considerado y absolutamente comprometido con la causa de la República española”. Para explicar la salida de España y su asentamiento en Inglaterra, Preston hace referencia a una carta que Barea dirigió al novelista francés Jean Malaquais: “Los ingleses se portaron magníficamente con nosotros, dándonos crédito para comer y para vivir”. No en vano, concluye Preston, Arturo Barea “pasaría los últimos dieciocho años de su vida en el exilio en Inglaterra donde encontró su mejor éxito como escritor”.
Dentro del monográfico sobre Arturo Barea, sobresalen las amplias entrevistas exclusivas que ha realizado Angélica Tanarro a dos de los principales impulsores de la recuperación de la obra y la figura de Barea en España: el periodista y escritor británico William Chislett y el también escritor Antonio Muñoz Molina. Chislett, que comisarió la exposición que dedicó el Instituto Cervantes a Arturo Barea y que no ha dejado de trabajar por la reivindicación de su memoria en España con diversas iniciativas, afirma que después de ‘La forja de un rebelde’, el ensayo que escribió sobre Lorca es la obra más importante de Barea. Para Muñoz Molina “Arturo Barea seguiría siendo un personaje incómodo en la España de hoy”.
Molina también nos dirá en Turia que Barea es“una de esas personas que se ven arrastradas por los acontecimientos históricos. Las interpretaciones retrospectivas concretamente sobre la Guerra Civil a mí me parecen horriblemente tóxicas porque hacen que existan las célebres dos Españas que es una idiotez como una casa. Gente como Barea, igual que Chaves Nogales, igual que Clara Campoamor… Gente que no cuadra, que no encaja”.
Otros trabajos originales sobre Barea son los que aportan en Turia autores como: Nigel Townson (‘Un socialista individualista: el perfil político y público de Arturo Barea’), Fernando Larraz (‘La memoria y el retorno. ‘La forja de un rebelde’’), Juan Marqués (‘Arturo Barea, a un lado de ‘La forja’’), Michael Eaude (‘Creatividad y rabia’), Georg Pichler (‘Política, escritora, traductora, compañera: Ilsa Barea-Kulcsar’), Enrique Santos Unamuno (‘Arturo Barea intérprete de Unamuno: una visión intempestiva (y pionera)’), José María Rondón (‘Cuando Barea explicó a Lorca: ‘El poeta de la juventud más joven’’), Francisco Javier Caspistegui (‘Barea lector: de las novelas de aventuras al pacifismo de la literatura sobre la I Guerra Mundial’), Eva Nieto McAvoy (‘Recuperando a Arturo Barea: un exilio transnacional’), Guadalupe Nieto Caballero (‘Un dolor agudo: Arturo e Ilse Barea desde el exilio’) o Nigel Townson (‘La voz de Juan de Castilla: las charlas de la BBC de Arturo Barea’).
Cierra el monográfico una cuidada y completa biocronología sobre Arturo Barea, elaborada también por César Rina Simón.
Fragmento de una de las emisiones de Arturo Barea en la BBC
A continuación ofrecemos un fragmento de una de esas emisiones semanales realizadas por Barea bajo el seudónimo de Juan de Castilla, difundida por la emisora de radio de la BBC, el 7 de octubre de 1956.
DISCIPLINA
Juan de Castilla
“Existe en Inglaterra una vieja tradición sobre los castigos corporales y su eficiencia para imponer el cumplimiento de las leyes generales del país, y sobre todo para imponer disciplina en las escuelas, en los cuarteles y la marina de guerra y mercante. El llamado “gato de siete colas”, una especie de látigo con siete brazos y nudos o diminutas piezas de metal en sus puntas se ha hecho famoso a través de la literatura de viajes, aventuras y viejas historias de piratas, por haberse prodigado su uso en la marina desde que Gran Bretaña llegó a ser potencia marítima hasta hace poco más de un siglo. En las escuelas, se usaba hasta muy recientes días la caña de bambú para azotar a los estudiantes díscolos y los tribunales tenían el poder de ordenar la aplicación del gato o los azotes con manojos de varas de abedul para castigar algunos delitos y las rebeliones dentro de las cárceles.
No quiere esto decir que los castigos corporales hayan sido una exclusividad de este país, ya que en viejas épocas puede afirmarse que todos los países, sin excepción, competían en el refinamiento de sus castigos corporales; pero en estas islas, su abolición total es tan reciente que la tradición de ellos y la controversia sobre su eficacia está aún viva y no es raro leer en los periódicos que un maestro de escuela ha utilizado la caña contra un muchacho y consecuentemente ha sido llevado ante los tribunales, con el resultado que durante semanas se reavive la pública controversia en cartas a los periódicos; y aún existen algunos delitos especiales en los que un juez puede decretar el uso, en verdad muy restringido, del gato o de las varas de abedul.
Inesperadamente, una noche de la pasada semana estalló en la tabernita de Frank, una vívida discusión sobre la utilidad del castigo corporal para imponer la disciplina entre estos jóvenes de que os hablaba yo hace algunas semanas que se lanzan a la fascinación del nuevo baile “rock and roll” o el meneíto, como yo lo bautizaba en español, y ya en puro frenesí destrozan el mobiliario y decorado de los locales donde se encuentra o llegan hasta la agresión personal.
La discusión la inició nuestro coronel en uno de sus arrebatos; estaba leyendo para sí los resultados del proceso de un grupo de estos muchachos que habían sido detenidos por armar escándalo, hacer destrozos y resistir a la policía que había tratado de poner orden. Y los que estábamos en la tabernita le mirábamos curiosamente leer, porque a la vez que leía, no hacía más que mascullar palabrotas, gesticular irritado y de vez en cuando soltar un puñetazo sobre el mostrador. Estábamos también intrigados por saber qué estaba leyendo que de tan mal humor le ponía. Nuestras conjeturas eran que o se trataba de algo político o del tema de más actualidad en el distrito: una epidemia de glosopeda entre el ganado vacuno que ha producido una cuarentena y la destrucción de bastantes reses en algunas granjas. Un tema que tocaba muy de cerca al coronel. Él mismo nos sacó de dudas, dejando a un lado el periódico, encarándose con nosotros con tanta furia como si le estuviéramos llevando la contraria y exclamando: – Sí, señor! Esto lo arreglaba yo en una semana con unos buenos vapuleos con el “gato”. Multas!. Y qué multas: dos libras, tres libras, algunos diez chelines. Pagan y se van riendo de todos, del juez para abajo. Y por la noche vuelta a empezar. El látigo, eso es lo que necesitan.”