El Departamento de Ciudadanía y Derechos Sociales del Gobierno de Aragón ofrece un Servicio de Orientación y Mediación Familiar dirigido a la resolución de conflictos intrafamiliares que amenazan la convivencia en el hogar. Durante los primeros seis meses de 2020, 209 familias aragonesas han recurrido a alguno de los dos programas, con un total de 369 personas atendidas. En su mayoría, fueron familias de Zaragoza (84,7%) las que solicitaron estos servicios, seguidas de familias turolenses (8,13%) y oscenses (7,17%). En las tres provincias, hubo considerablemente mayor demanda de Mediación Familiar (70-80%) que de Orientación Familiar (30-20%).
El Gobierno de Aragón fue pionero en ofrecer a la ciudadanía un programa de Mediación Familiar en 1997, a través del Instituto Aragonés de la Mujer en Zaragoza. En 2001 se amplió a Huesca y Teruel y, posteriormente, pasó a ser dirigido desde la Dirección General de Familia. Inicialmente, la mediación familiar surgió en el contexto de la separación y divorcio con el objetivo de dar una respuesta alternativa al proceso judicial, en el que se contemplara además de la parte legal, el área de las responsabilidades parentales y el fortalecimiento, tras la ruptura de pareja, de una coparentalidad positiva, en pro del beneficio de las hijas e hijos, sobre todo, cuando son menores de edad. En la actualidad, este procedimiento, voluntario y confidencial, que ofrece un espacio seguro donde dialogar y entenderse con la ayuda técnica de la persona mediadora, acompaña a las familias en su proceso para encontrar soluciones útiles para el conjunto familiar y a alcanzar acuerdos consensuados que puedan ser satisfactorios y duraderos en el tiempo.
“Desde el Departamento de Ciudadanía y Derechos Sociales consideramos la Mediación familiar un método extraordinariamente eficaz para la resolución de conflictos. No solo es una manera de entender cómo nos relacionamos con nuestro entorno y de apostar por la reflexión, la escucha y la comunicación, sino que, a través del respeto y el diálogo se puede llegar a soluciones pactadas que ayudan a toda la familia, mejoran la convivencia y benefician a toda la sociedad”, apunta la directora general de Igualdad y Familias, Teresa Sevillano.
Durante el Estado de Alarma, no fue posible realizar las sesiones presenciales de Mediación Familiar. En su lugar, los expedientes que ya habían sido iniciados con anterioridad tuvieron un seguimiento, como indica la coordinadora del Servicio de Orientación y Mediación Familiar, Mª Carmen Conte, “hicimos sesiones telefónicas individuales con el objetivo fundamental de servir de desahogo para aquellas familias que estaban inmersas en un proceso emocional de ruptura”. En el caso de las familias que solicitaron acceso al Programa por primera vez durante este periodo, se hizo lo mismo: realizar entrevistas telefónicas para recoger datos hasta que el 25 de mayo se pudo recuperar la actividad presencial siguiendo todos los parámetros sanitarios.
La Orientación Familiar, por su parte, es una intervención de carácter preventivo que facilita la solución de problemas, la toma de decisiones y el fortalecimiento de los recursos familiares necesarios para favorecer una dinámica familiar positiva. Este programa, que también continuó ofreciéndose de manera telemática durante el Estado de Alarma -por teléfono y correo-, ha aumentado significativamente el número de personas atendidas. La situación sanitaria de emergencia ha puesto en jaque, en ocasiones, la armonía familiar y ha supuesto un reto para el mantenimiento de buenas relaciones en casa, tanto por la incertidumbre de la propia pandemia como por la necesaria cohabitación de todos los miembros de la unidad familiar durante las 24 horas del día.
“Hemos atravesado un momento difícil que ha podido perturbar la paz familiar”, estipula Conte. “A veces, un cambio en el estado de salud o un cambio laboral, algo que sobreviene repentinamente puede acabar quebrando las relaciones”, añade. Según indica, la tipología de familia más común que ha acudido estos meses a Orientación familiar es la de padres con hijos adolescentes entre los 15 y los 23 años. “Ha habido dificultades en la convivencia por el encierro y por cuanto este supone para los más jóvenes. Pero también hemos visto casos de parejas donde había tensión previamente que se ha agravado durante el confinamiento, y otras que, directamente, se han dado cuenta de que su relación estaba acabada y han pasado directamente a Mediación”, añade.
Respecto a la Mediación Familiar, hay que señalar que van aumentando, año tras año, las solicitudes para mediar entre madres y padres con sus hijas e hijos adolescentes y jóvenes en relación a pautas de convivencia y asunción de responsabilidades. Otros asuntos con los que se ha mediado y que también van en aumento son el cuidado de mayores o dependientes cuando hay varias personas con igual responsabilidad para ese cuidado. Cuestiones pos-divorcio, sobre todo las que tienen que ver con la evolución familiar o el crecimiento de las hijas y los hijos, sobrevenidas por el propio desarrollo vital de estas/os. Y también se llevan a cabo algunas mediaciones relacionadas con controversias derivadas del reparto de herencias o conflictos en el seno de la empresa familiar.