Atrás quedan nervios, incertidumbres, prisas;grabadas permanecerán risas, paseos, conversaciones, “abrazos”, que han hecho de esta experiencia una cartografía de encuentro entre estudiantes y vecinos, entre la práctica artística contemporánea y el patrimonio vivo de Teruel.
Ayer se desmontaron la mayoría de las intervenciones realizadas por estos jóvenes artistas en ciernes, mientrasotras –por su construcción con materiales naturales del propio entorno y expuestas a la acción del tiempo– permanecerán en los lugares hasta su desaparición en el entorno, como: los nidos de Marta Burriel en la Aldehuela;los 41 cobijos para 41 vecinos en El Campillo, de Marta Mendivil; las casas de los vecinos de Valdecebro, de Elena Patón; o la fachada encalada de Gelifracción en Villalba Baja.
Otras, sin embargo, quedarán recordando este intercambio de afectos que se ha producido, como es el caso en Villaspesa del jardín vertical de David Galindo y el banco para la contemplación y encuentro de Coral Benavente. Mencionar una de las acciones realizada en Villalba Bajapor carlos+romano a la cual tenemos acceso gracias a la aplicación Wikiloc, para recorrer nuevamente su paseo-límite.
Por último, en Tortajada nos seguiremos dando la mano con la obra de Laura Prados en el lavadero, o el paseo fotográfico entre los árboles al que nos invitaron Jowita Tyszka y Xavi Urrios, que forman ya parte de la colección de arte del pueblo.
Esta es la potencia del arte: conectar, regenerar, activar los vínculos generacionales y culturales más allá de edades y estratos sociales. Una labor ética, estética y poética que este I Ciclo de intervenciones artísticas en los Barrios pedáneos de Teruel ha lanzado y continuará en las Jornadas de otoño donde presentará su publicación.