Hay artículos que se escriben desde la razón, otros, exigen ser escritos desde el corazón, y en esta ocasión hay una mezcla de ambos. Por un lado, un corazón dolido al ver como nuestra ciudad recorre un camino de fomento de la barbarie; y por el otro, una razón perpleja al ver cómo, tras palabras de “éxito” y de “gobernar para todos”, el Ayuntamiento de Teruel se dedica a postergar una mal llamada tradición basada en el sufrimiento animal.
Este mismo lunes, a algunos se nos revolvió el estómago cuando el Ayuntamiento, en rueda de prensa junto al Centro de Tauromaquia de Aragón, presentaron la instauración de una escuela de tauromaquia en la ciudad de Teruel. Una escuela taurina no es más que otro capítulo del delirio vacuno en el que se encuentra abducido el Partido Popular de la capital, basando o incluyendo la tortura innecesaria de un animal en cualquier proyecto “cultural” que realizan. Aunque la palabra cultura y tortura, pese a rimar, no casan.
Buscar que cualquier municipio, en este caso Teruel, sea referente de salvajismo contra los animales, me produce, como mínimo, tristeza. Algo que, por desgracia, sin esta escuela taurina parece que ya habíamos conseguido, ya que este año, en más de una ocasión, nuestra ciudad se ha vuelto viral con algún episodio de sufrimiento animal.
Para la alcaldesa de Teruel, esta escuela ofrece una oportunidad y además lo ve como una apuesta firme del Ayuntamiento de Teruel a la que, según Buj, “le albergan muchos éxitos. Sin embargo, yo le puedo decir que, por mucho éxito que pueda tener, siempre será un fracaso social que esta escuela se instaure, ya que, mientras en otros lugares avanzan hacia el fin del maltrato animal, desde este ayuntamiento ya no solo se fomenta, sino que se quiere enseñar.
Se me ocurren mil y una escuelas mucho más interesantes cultural y formativamente que podríamos instaurar, fomentar e impulsar en nuestra ciudad, como una escuela municipal de teatro o simplemente dedicar esos recursos a fomentar cultura de verdad, con la creación de locales y espacios de ensayo para bandas de música amateur o rehabilitar solares para establecer zonas de exposición a nuestros artistas. Eso sí es fomentar la cultura y las oportunidades además de ambicionar convertirse en referente de algo positivo.
No puede ser que mientras se llenan la boca hablando de convivencia animal, ampliando sanciones al maltrato de mascotas y diciendo que fomentan el respeto animal, aunque parece ser que solo con las mascotas; con la misma mano firma sentencias de maltrato animal para la diversión de unos pocos. Porque pese a tanto jactarse del gobierno para la mayoría de la ciudad, los verdaderos interesados en el mundo taurino no llegan a un 25% de la población, que aunque sea la misma cantidad de personas que tienen mascota, a estos últimos se les niega, mediante votación del mismo Partido Popular y de la propia alcaldesa, profundizar en la convivencia diaria entre Teruel y sus mascotas. Esto evidencia para quien gobierna realmente este Ayuntamiento.
Pero esto es algo que, lamentablemente ya no sorprende a nadie. Hay que recordar que vivimos en una ciudad en la que el concejal de cultura es también concejal de la Plaza de Toros, lo cual clama al cielo. Y también hay que acordarse de que quienes gobiernan esta misma ciudad. Una alcaldesa que, junto a Jesús Fuertes, reclamaba que los menores participasen en los festejos taurinos porque “es bueno que los menores conozcan desde un principio nuestras tradiciones” o que “eso forma parte de nuestro ADN”. Oiga; será del suyo o de que los que no compartimos sus gustos somos de otra raza, vaya usted a saber.
Durante la rueda de prensa en la que se presentó la “Escuela del Delirio”, la señora Buj destacó que “es algo que hay que introducir desde muy pequeños”; es curioso que el partido que se permite la licencia de ir acusando a los demás de adoctrinar niños, tenga como prioridad adoctrinar a los menores en el fomento de la barbarie. Pero ya se dice que en España, una cabeza piensa y nueve embisten y en este caso se lo toman de manera literal.
Sin embargo, por mucho que se empeñen la tauromaquia cada vez va a menos, y en muchas conciencias se despierta el respeto a los animales, la convivencia con ellos y que el sufrimiento de un animal, no justifica la diversión de los humanos. También está latente que quién no tenga presente esto de cara a un futuro, seguirá anclado a lo que ellos llaman tradiciones, pero que no acaba de diferenciarse de cuando se tiraban cabras de campanarios en nuestro país. El salvajismo por diversión, está condenado a terminar más tarde o más temprano, apuntillado en el cajón de la historia.