El Museo Provincial de Teruel acoge hasta el 20 marzo de 2022 la exposición “Picasso y Aragón. Goya-Gargallo-Buñuel”, una muestra inédita y entre las más ambiciosas de las últimas décadas que acoge este centro expositivo de la Diputación de Teruel con la que contribuye a forjar la historia del arte español.
Se trata de un proyecto dirigido por Emmanuel Guigon, compuesto por un total de 126 obras y 2 piezas audiovisuales para estudiar el encuentro del artista con la comunidad aragonesa a través de sus lazos con Francisco de Goya, Pablo Gargallo y Luis Buñuel y cuyo punto de partida podría encontrarse en un boceto pictórico del artista catalán de un toro pequeño sobre una columna y que, no se descarta, pudiera corresponder con la actual plaza del Torico de la capital, un extremo que sin embargo, no ha podido comprobarse.
Éste es sin embargo, el punto de partida de esta exposición que incluye, por ejemplo, un autorretrato de Picasso ataviado de jotero aragonés, un paisaje lejano realizado desde Horta de San Joan que correspondería con el Matarraña o las series completas que Picasso y Goya dedican a «La Tauromaquia», entre otros muchos grabados que componen la muestra.
La exposición, que se inaugura mañana a las 12:00 horas, ha sido presentada esta mañana por el diputado de Cultura y Turismo de la Diputación de Teruel, Diego Piñeiro, el comisario Emmanuel Guigon, la coordinadora de exposiciones temporales del Museo de Teruel, Anabel Herce, la coordinadora técnica de la exposición, Sara Civera, y la museógrafa y arquitecta Victoria Garriga, responsable del montaje museográfico de la exposición.
El diputado Diego Piñeiro ha manifestado que es una exposición “inédita”, con la que “estamos contribuyendo a la historia del arte de nuestro país”, ha dicho. “Creemos que va a tener una repercusión muy grande porque nunca se habían unido tantas obras acerca de la relación de Picasso y Aragón”, ha precisado.
El objetivo de la institución provincial, según Piñeiro, era que el Museo volviera a recobrar el pulso y ser vanguardia en el mundo del arte, “y con esta exposición lo volvemos a conseguir”, ha defendido. Asimismo ha calificado de “orgullo” la presentación de esta “ambiciosa” muestra, “que ha supuesto un trabajo de muchos meses”. También ha agradecido el esfuerzo del personal del Museo, con especial hincapié en la labor de Anabel Herce, calificando esta iniciativa como “un homenaje a todo su trabajo en el Museo”. “Esta era la guinda para terminar su carrera profesional”, ha dicho.
La relación “Picasso y Aragón” es el resultado de una visión pensada años atrás por el comisario y los responsables del Museo de Teruel.
El comisario de la exposición, Emmanuel Guigon Guigon es museólogo, doctor en historia del arte contemporáneo y actual director del Museo Picasso de Barcelona. Su colaboración con el Museo de Teruel no es algo novedoso, ya que los lazos con el centro comenzaron en los años 90, cuando fue comisario de la exposición “El objeto surrealista en España”. Desde entonces ha comisariado hasta ocho exposiciones en el Museo de Teruel.
Guigon tiene doble nacionalidad, francesa y suiza. Su doctorado es por la Universidad de la Sorbona (Francia) y es considerado un especialista en las vanguardias históricas, el surrealismo, el arte español moderno y contemporáneo y el arte europeo de la posguerra. Antes de ser director del Museo Picasso de Barcelona, entre su amplio currículum, destacan sus cargos de director y conservador jefe del Museo de arte moderno y contemporáneo de Estrasburgo y conservador jefe del Instituto Valenciano de Arte Moderno, IVAM. Ha publicado, entre otros, Historia del collage en España (1995), El Objeto surrealista (1997) y Nostalgia del espacio (2001). Tiene la distinción de Caballero de la Orden de las Palmas Académicas y Caballero de la Orden de las Artes y las Letras concedidas por el Ministerio de Cultura del Gobierno francés.
“Tocamos un tema que nunca se había abordado, a pesar de su evidencia, como es Picasso y Aragón a través de tres amistades”, ha explicado Guigon. “Es una exposición a la vez local, regional, nacional y también con una ambición internacional, con gran aportación a la historia del arte en Aragón y para la historia del propio Picasso”, ha detallado. El comisario ha relatado además cómo surgió la idea de la exposición, cuando él mismo descubrió desde la dirección del Museo Picasso de Barcelona una obra del artista en la que aparece una columna con un “torico”.
La exposición acoge obras seleccionadas de centros y colecciones tan relevantes como el Museo Picasso de Barcelona, la Fundación Bancaja, el Museo Pablo Gargallo de Zaragoza, Sucesión Gargallo, la Galería Joan Gaspar de Barcelona, el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, las colecciones Fundación Mapfre, Ars Casacuberta Marsans, la Filmoteca Española y coleccionistas privados.
Goya, Gargallo y Buñuel se unen con Picasso y con Aragón desde lugares e historias muy distintas. Si Goya fue un maestro en un sentido holístico, Gargallo lo acompañó en sus primeros y decisivos pasos como pintor. Por otro lado, el pintor malagueño compartió con Buñuel el espíritu de una época y una ciudad, París, así como un extenso círculo de amigos, pues trazar una red de amistades fue siempre para Picasso una necesidad vital y espiritual, imprescindible para entender su vida y su obra como un todo en constante regurgitación.
De este modo, la apuesta del Museo de Teruel por colocar a todos estos artistas juntos en una sola exposición es un intento de poner en valor los vínculos de amistad y de inspiración en la vida de Picasso, unidos ahora por una tierra que tuvo siempre presente en su memoria.
La relación de Picasso y Aragón se establece en numerosas referencias en sus dibujos, pinturas y grabados, sin embargo, el comisario de la exposición, Emmanuel Guigon, valora que existen pocos elementos sobre la presencia del pintor en la región. “Podemos suponer que viajó a Aragón durante varias estancias en el territorio catalán fronterizo de Horta de Sant Joan y antes de llegar de visita al domicilio familiar en Barcelona”, explica.
La colaboración científica de Malén Gual, Laurence Madeline, Jèssica Jaques, Chus Tudelilla y Javier Herrera en el catálogo ha aportado contribuciones inéditas al estudio de la obra de Picasso y Aragón, una tierra donde se cruzan vivencias diversas con estos tres autores esenciales que, de una u otra manera, con mayor y menor intensidad, formaron parte de su vida.
Son secretas las correspondencias con Goya puesto que, excepto de manera literaria, Picasso no reveló de manera explícita la influencia del pintor aragonés, como sí lo hizo, por ejemplo, con el Greco o con Zurbarán. “La relación de Picasso con Goya fue una relación íntima, casi un vínculo umbilical entre maestro y discípulo a través del cual el pintor fagocita el trazo goyesco para llevárselo a su tiempo y a su pintura”, detalla el catálogo de la exposición.
Picasso mira a Goya y Goya muta en el trazo de Picasso, lo que se podrá apreciar en las series completas de ambos dedicadas a “La Tauromaquia”, entre otros grabados que componen la muestra. Ambos se reflejan en las inquietudes expresivas, siempre con una mirada avanzada a su tiempo, así como son figuras irreverentes frente al absolutismo y a la Iglesia de su época, y rejonean a una España convulsa.
Aragón se vincula con Picasso también desde una experiencia enteramente personal. Su amistad con Pablo Gargallo empieza en la época temprana de sus visitas en Els Quatre Gats de Barcelona, hacia 1899, y se consolida durante la primera estancia de Picasso en París, en 1903. Es una amistad de camaradería, de compartir hallazgos de investigaciones plásticas y formales, una amistad entre Barcelona y París, fortalecida por las repetidas visitas y encuentros en sus talleres, así como por un apoyo estratégico mutuo, el de dos españoles extranjeros en París.
A principios del siglo XX, ambos dibujaron escenas de calle, costumbres, modas y personajes de Barcelona, siempre con el ojo orientado a captar la vida y sus formas momentáneas. Esa primera etapa les sirve para entrenar la mirada estética más allá de lo aprendido en la Escuela de Bellas Artes de la Lonja, basada en el método de la copia al natural de modelos de yeso. Más tarde, ya en París, se decantarán por un arte más abstracto, Gargallo como escultor, Picasso como pintor, empezando a jugar con la forma, el vacío, los volúmenes y los trazos cóncavos, como un arte que se repliega más en sí mismo, que se presenta más opaco frente a la realidad. En 1907, Gargallo fabrica unas esculturas femeninas que, según su nieto, recuerdan a las Venus primitivas, referencia que en los cuadros de Picasso cada vez se hará más evidente, sobre todo después de su estancia en Gósol, en 1906, que marcará el inicio de su modernidad pictórica.
Con Luis Buñuel hubo una relación más equidistante unida por las simpatías que ambos tenían por escritores y artistas de su época, como García Lorca, Juan Gris o Ismael de la Serna, aún llevándose entre los dos poco menos de veinte años. Y es este cambio generacional lo que también los distancia, siendo Picasso un pintor ya reconocido y discutido cuando Buñuel le conoce en 1925 en el estudio parisino de Manuel Ángeles Ortiz, cuando tenía apenas 25 años y un claro espíritu rupturista.
Tal como cita en su autobiografía, Buñuel no pensó de Picasso que fuera alguien con el que se pudiera entender, siendo para él un personaje algo frío y deshumanizado, poco político, y no será hasta después de la Guerra Civil que esta idea cambiará, cuando Picasso performó, a través de su obra y de un exilio voluntario, su posición contra el fascismo y el horror de la dictadura. El traslado a México puso fin a sus relaciones asiduas, pero no a la admiración recíproca. Picasso asiste diversas veces a sesiones privadas del cineasta aragonés.