Teruel es esa ciudad en la que, por desgracia, el mantenimiento solo parece existir una vez cada cuatro años, de enero a mayo;justo cuando se acercan las elecciones municipales. Llegado ese momento, en nuestra ciudad comienzan a brotar las obras y proyectos de poco calado como las setas de cardo con las lluvias de octubre. Este fenómeno paranormal aún no ha podido ser explicado por nadie versado en las ciencias políticas, aunque se le denomina “Tempus Electoralensis”.
Dejando a un lado el sarcasmo, aunque tristemente real, la falta de mantenimiento en Teruel es un grave problema que salta a la vista. Tras muchas reuniones con asociaciones y colectivos, de hablar con vecinos y vecinas de los distintos barrios; este es uno de los problemas transversales que sufre nuestra ciudad. Bancos en mal estado y quemados por el sol, papeleras rotas, arboles con sus maceteros llenos de malas hierbas, aceras destrozadas, pavimento deteriorado incluso en el Casco Histórico del que tanto presumen.
La política turolense parece haberse instalado en vivir de los grandes titulares. No hay mes en el cual no nos despertemos con alguna noticia de grandes proyectos que superan el millón de euros; sin embargo, para pequeños arreglos y conservar lo que ya existe siempre aparece la misma respuesta de parte del consistorio “NO HAY DINERO”. En cambio, parece que para piscinas climatizadas, auditorios, centros, etc, siempre se encuentra ese milloncejo o dos que sobra y nos cubre la papeleta. Unas papeletas que, ¡sorpresa!, luego habrá que seguir manteniendo mientras que el equipo de gobierno no hace más que rebajar nimiedades en las tasas que redundan en perjuicio de lo demás.
Sacar pecho de haber recibido más de 2800 incidencias en la Línea Verde no es motivo de satisfacción, ya que son 2800 cosas que se encuentran en mal estado en la ciudad. Hay otras capitales de España que duplican o triplican en tamaño a Teruel que reciben una cantidad mucho menor a esta cifra, y dudo que sea simplemente porque los y las turolenses somos más exigentes que los habitantes de otras provincias.
Los pequeños detalles y cuidar lo que existe, es lo que hace que la ciudad sea agradable para sus habitantes, pasear por un entorno limpio y arreglado da esa sensación de que las cosas funcionan. Pero no solo para los de aquí, sino también para visitantes que tienen dos opciones: o llevarse una impresión de ciudad abandonada, desastrada y poco lustrosa; o de una ciudad a la que volverían por lo que les ha transmitido.
Podríamos hablar de datos, cifras, objetivos y detallar cosas que dejan que desear, pero para aburrir a los lectores, ya tenemos habitualmente artículos en los que parece que se dice algo, pero al final, de contenido, poco. Por suerte, quiero reconocer que no soy un iluminado en el desierto y que hay otros grupos que si se preocupan por estos pequeños detalles y que ahí siempre nos encontrarán en el camino valorando positivamente sus propuestas y apreciaciones.
Resumiendo, la política de las pequeñas cosas frente a las de los grandes titulares, la de mantener, cuidar y reforzar los servicios públicos de mantenimiento, la de crear una ciudad amable para la ciudadanía y sobre todo, la política de que mantener lo que se tiene, siempre ha de ser una prioridad frente a los nuevos proyectos, porque el que mucho abarca, poco aprieta.